8 de enero de 2006

ABDUCIDOS

Imagine que una mañana se despierta y, cuando va a levantarse de la cama, no puede moverse. De repente, en el umbral de la puerta, aparece recortada una figura humana. Intenta decir algo; pero tampoco puede articular palabra. El hombre se aproxima a su cama, lentamente. Usted oye sus pasos y, según se acerca, distingue un cuchillo en una de sus manos. Se angustia. Su compañero de habitación duerme profundamente, ajeno a todo. Sigue en Magonia.